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Felip Baldó nos propone el diálogo de su mirada, una mirada sobre su tiempo y, a la vez, sobre el propio tiempo, mediante el ejercicio por el cual la pintura se consagra al extravagante acto de reconstruir un pasado visual, icónico, para asomarnos a un futuro hipotecado por la mala memoria respecto al legado de la historia, y esto lo realiza registrando los diluidos rastros de las miradas de los artesanos del imperio de la arcilla, de la alfarería, del mural; en síntesis, del reflejo de una vocación comunicativa coherente con un tiempo que no es hoy. La fragmentación, consustancial a su factura pictórica, juega aquí el doble rol de la reconstrucción formal de rostros, cuerpos y dormidos protagonismos que parecen auscultarnos desde el desdibujo de sus pátinas de terracotas, desde el maquillaje de tierras y años de silencios; y de símbolo ideológico de la disgregación de los valores colectivos, del individualismo y de la soledad” Christian Parra-Dualde |